martes, 3 de marzo de 2009

Oscuridad


Él se fue. El ruido del portazo tembló durante unos segundos en el aire gélido de la estancia. María, sola por fin, abrió de par en par las ventanas. La noche, tibia y familiar, se fue colando poco a poco en la habitación. Invadió rincones bañándolo todo con su silenciosa oscuridad espesa y pegajosa...expulsando hasta el último vestigio de luz. La mujer se preguntó cómo había podido aguantar la presencia masculina tantos años, cómo había resistido su egoísmo... y sobre todo, cómo había podido soportar el ruido, ese ruido constante que rodeaba al hombre donde quiera que estuviera. Por fin podría sumergirse en el silencio. María se arrebujó perezosamente en su chal bordado. Estaba absoluta, definitivamente sola. Este pensamiento rondó perezoso por las infinitas células de su cerebro llenándolo de una agradable melancolía. La oscuridad, cada vez más espesa, cada vez más pegajosa, rodeaba, silenciosa y acariciante, la pequeña figura compacta. Rodeada de silencio se dio cuenta de lo agradable que era sentir la ausencia de luz, de dolor, de todo.....perderse de sí misma.... no ser; caer despacito, despacito en una nada llena de tibieza y negritud; dejar de soñarse para fundirse con aquella agradable, espesa oscuridad. La noche, sin hacer caso, seguía derramándose en torno a la mujer. María sintió cómo invadía sus últimos reductos....los más íntimos...los más desconocidos. Sus músculos, sus huesos empapándose de noche se iban haciendo blandos...inconsistentes...absolutamente irreconocibles. La noche, con la batalla casi ganada, se introducía hacia ignotos recovecos, hacia mucho más adentro. La mujer, ganada ya para la oscuridad, se fue abriendo... extendiéndose... definitivamente invadida....totalmente colonizada por las sombras.

2 comentarios:

  1. Poco a poco somos noche también y comprendemos su ansia de tranquilidad. Que bello!

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  2. Muchas gracias Ez , comose nota que me quieres . Besitos cariño

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